Doce y cuarto de la mañana de un miércoles soledado en la Ribera del Marco, a unos metros del enorme aparcamiento de coches que hay frente el Hospital San Pedro de Alcántara, detrás del bar Montaíto. Hay unas cincuenta personas con caras no precisamente alegres (la pobreza no lo es) delante de un terreno de unos mil metros cuadrados cerrado por una valla. Son hombres y mujeres de todas las edades, miembros de la Red de Solidaridad Popular de Cáceres, que están allí para insistir en su petición al Ayuntamiento de que les ceda ese terreno ahora improductivo para convertirlo en un huerto comunitario.
En la zona acerada, observándoles desde arriba, hay varios policías. «No sé que hacen aquí - comenta un miembro de la asociación -, quizá piensen que vamos a ocupar la tierra». Una mujer de mediana edad, Manuela, que está en paro al igual que su pareja, lee con sentimiento, voz alta y clara, un comunicado en el que se explica que están realizando un acto informativo al que han invitado a los medios de comunicación para reivindicar la necesidad y la urgencia de contar con huertos sociales y solidarios, «sobre todo cuando existen espacios como este, abandonados y sin explotación». Cuenta que a pesar de la «cantinela de que la crisis ha pasado», la pobreza y la precariedad siguen instalados en muchas familias que no pueden garantizar sus necesidades básicas de alimentación, energía, gastos de vivienda, de educación... «En sólo un año de existencia hemos comprobado que la pobreza no decrece sino todo lo contrario, cada vez más familias acuden a auto organizarse para solucionar colectivamente sus necesidades básicas» [...]