«Hay dinero para una bandera y no para una estufa a un necesitado»
La Red de Solidaridad Popular atiende a 150 personas que sufren los efectos de la crisis y critica la burocracia del ayuntamiento en la entrega de ayudas. El último caso dejó sin calefacción a un hombre de 40 años en el paro
En Cáceres hay familias que engañan a la leche con agua para alimentar a sus hijos, personas que no tienen sitio donde dormir, mujeres víctimas de violencia de género que se han quedado con las maletas en la calle, gente que no puede pagar la hipoteca, unos han sufrido un desahucio, otros no tienen medios para hacer frente a la factura de la luz o del agua, no es que no lleguen a fin de mes, es que ni lo empiezan. El último caso, desvelado ayer por este diario, es el de un desempleado de 40 años que acudió al Instituto de Asuntos Sociales en busca de una ayuda de urgencia social. Vive con su madre, que cobra una pensión de 600 euros al mes. Solicitó una subvención para la compra de una estufa con la que soportar los rigores del invierno (poco más de 100 euros), primero le dijeron que se la concedían, pero cuando fue a firmar le explicaron que los fondos de las ayudas de 2017 se habían agotado y que lo intentara este año.
El afectado había contactado con la Red de Solidaridad Popular, que atiende a 150 personas castigadas por el azote de la crisis. La mayoría de ellas, como este desempleado, no son activistas ni proceden de movimientos políticos, son personas que antes pertenecían a una clase media y que hoy superan a duras penas el día a día. Manuel García Garzo es portavoz de esta red, creada en 2014 y con una sede en la asociación de vecinos de La Mejostilla (en el numero 7 de la calle Cayetano Polo). «Es inadmisible que haya 6.000 euros para poner una bandera y que no haya para pagar una estufa a una persona que lo necesita», explicaba ayer García Garzo, que resalta la importancia de este colectivo porque ha sido capaz de crear una comunidad de apoyo, dignidad y solidaridad.
Gracias a esta red se ayudan unos a otros y la solidaridad se convierte en un ejercicio de igual a igual, todos se implican para sentirse más valorados, ya no viven sus problemas en soledad, saben que hay gente en su misma situación. «Antes, cuando la gente solicitaba una ayuda se sentía culpable, pensaba que había hecho algo mal en la vida. Ahora no, ahora saben que si están en esa situación es en gran parte culpa de los que gestionan el país. Aquí hay dinero para salvar a los bancos pero no para subsanar situaciones cotidianas. Es incomprensible».
La red nació de una forma muy natural, los que sufrían esta situación se fueron uniendo porque el problema se expandía. «Y nos dijimos, vamos a crear un colectivo». Cuando alguien atraviesa una mala racha acude a la red, allí le abren un fichero en el que cuentan su caso personal y el de la unidad familiar. «Entonces los compañeros del Área de Despensa le hacen un diagnóstico y se le da a la persona lo que necesita: alimentos, pañales, material escolar, hasta juguetes para sus hijos», subraya García Garzo.
El portavoz de la red lamenta el último caso. «El Imas se quedó sin fondos de esa ayuda de urgencia social en la convocatoria de 2017, agotada en noviembre. «Si se quedaron sin fondos, que busquen soluciones alternativas». Ahora se ha convocado una nueva, ¿pero cuándo le llegará el dinero para la estufa al último afectado, en abril, cuando ya haya pasado el invierno?», se pregunta. «Es normal que cuando tienen que pedir por segunda vez una ayuda, denegada en primera instancia, desistan definitivamente», recalca. «¿Por qué esta carrerra burocrática?», insiste. En este sentido recuerda que muchos solicitantes llegan a la Oficina de Derechos Sociales que ha habilitado la red porque no entienden las cartas que el Imas les remite, «es una terminología llena de obstáculos, no es un lenguaje cercano». Y lamenta cómo en el caso de que les denieguen la ayuda, los sobres que les mandan a casa indican que la subvención se les ha denegado: «Eso puede leerlo cualquiera, el cartero el primero, es una humillación en toda regla».
García Garzo, no obstante, no desiste. «Mucha gente se refugia en nosotros porque abrimos una rendija al optimismo» frente a casos tan sangrantes como uno ocurrido en Mérida, que un padre murió porque no podía pagarse las medicinas y prefirió invertir ese dinero en darle de comer a sus hijos. No tuvo ni para el ataúd.
En medio de la polémica, el PSOE, a través de su portavoz, Luis Salaya, criticó ayer que las ayudas de urgencia social, aprobadas el martes, lleguen tarde y demandó que se hagan convocatorias plurianuales para que nunca haya un periodo de cierre y que se reduzca el tiempo para su concesión. Lamentó la falta de previsión del equipo de Gobierno a la hora de sacar la convocatoria de este año, cifrada en 480.000 euros (aún no se puede solicitar). El gabinete de Elena Nevado (PP) recordó que en 2017 se han concedido 716 ayudas cifradas en 452.084 euros.